la discontinuidad

La Naturaleza no hace saltos

La sabiduría aristotélica ya determinó que el Universo debía ser continuo. La continuidad es uno de los conceptos matemáticos más valiosos que se han formalizado. La continuidad nos da confianza en nuestros procedimientos de medida que no tienen saltos sino aproximaciones. I. Newton y G. Leibniz aceptaron esta norma que es fundamental para dar sentido a su cálculo infinitesimal garantizando el comportamiento adecuado de los infinitésimos, cantidades arbitrariamente pequeñas.
Era impensable que la Naturaleza diera saltos. Tras largos y profundos debates, los matemáticos consiguieron formalizar este concepto gracias al trabajo de muchos, como el del gran organizador que fue A. Cauchy. El espeluznante genio de G. Cantor trajo el desasosiego en el universo matemático: su Hipótesis del Continuo es origen de amplios debates en el seno de la filosofía, la lógica y la meta-matématica.

La mecánica cuántica dio al traste con la continuidad del Universo. Para explicar el universo atómico debemos aceptar que las partículas subatómicas se mueven sin pasar por todos los puntos intermedios, dicho de forma coloquial. El denominado salto cuántico que originó entre otras, una larga y encarnizada discusión entre N. Bohr y A. Einstein viene a decir que en el seno de un átomo los electrones son mágicos: «ahora los ves, ahora no los ves«.

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